Hay una voz de milenios
Que sigue vigente en Andorra.
Y en la tarde del Viernes rezuma
Sus aromas a velas y sombras:
Déjame seguirte mi amigo.
Déjame llorarte maestro.
Hoy quiero estar contigo en silencio
Hasta el mismo lugar donde cese tu aliento.
Déjame aliviarte un momento
Ese rostro plagado de angustia.
Déjame posar este lino
Y empapar con jazmines y rosas
El dolor de tu sangre de cielo.
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